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Xavier Batalla
Una vez fundado Israel, en 1948, los revisionistas de Jabotinsky contaban que Dios prometió concederle un deseo al laborista Ben Gurion como recompensa por la independencia. Ben Gurion pidió tres cosas: que cada israelí fuera honrado, sabio y laborista. �Esto es demasiado incluso para mí�, Dios le contestó. Y añadió: �Cada israelí podrá elegir dos de los tres deseo�. ¿El resultado? Según los revisionistas, si un israelí era laborista y honrado, no podría ser sabio; si era laborista y sabio, no sería honrado, y si resultaba ser sabio y honrado, entonces sucedía que no era laborista.
Tzipi Livni, líder de Kadima, el partido que se desgajó del Likud, se declaró favorable a la creación de un Estado palestino en vísperas de las elecciones legislativas que en 2009 dieron la victoria a Benjamin Netanyahu, candidato del Likud. Y Livni, que en su juventud fue seguidora de Jabotinsky y cantaba una canción que decía: �El Jordán tiene dos orillas; una nos pertenece, y la otra, también�, justificó con estas palabras su nueva posición: �Para seguir siendo un Estado judío y democrático, tenemos que devolver parte de los territorios (ocupados)�. El resto de los revisionistas, sin embargo, sigue en sus trece. Éste parece ser el caso de Netanyahu. Y esta situación, que se repite desde la fundación de Israel, ha dado pie ahora, como cuenta Avnery, a otra versión de la chanza de las tres virtudes.
Los revisionistas piden tres cosas: que el Estado de Israel sea judío, que abarque toda la Palestina histórica y que sea democrático. Las tres peticiones, sin embargo, son demasiadas, incluso para Dios, por lo que deberán conformarse con dos. Si lo que quieren es un Israel democrático que se extienda por sólo una parte de la Palestina histórica, el Estado será judío; si desean un Estado judío en toda Palestina, entonces no será democrático, y si lo que pretenden es un Estado democrático en toda Palestina, Israel ya no será judío.
