El autor afirma que constituye casi un postulado conjugar la técnica normativa con la certeza del derecho, expresión esta última de imparcialidad y de garantía que deberían ser aseguradas por la “fijeza” de la ley. Se nota, sin embargo, la insuficiencia de reconocimiento de la norma entendida como mera verbalización, es decir texto litúrgico para la individuación del efectivo contenido del derecho; aduciendo al respeto, una variegada ejemplificación.
Viceversa la norma existe en cuanto vive y se halla en su efectiva vitalidad que se expresa “circularmente” no sólo sacando a la semántica sino también a lo que suele definirse interpretación y/o control jurisdiccional y “experiencia aplicativa”.
En definitiva “el problema del derecho es un problema de hecho” y en la medida en que un hecho resulta hecho normativo (en los términos sobredichos) se califica “hecho constituyente derecho”, es decir como acción que (necesariamente) incide en la ordenada convivencia de la “sociedad política”. “La norma”, así delineada (que nos sugiere el reconocimiento empírico, corroborado por el tanque histórico) es la única que al final resulta costrictiva en su doble valencia de “coerción” e “integración”, es decir es la sola que inerva las facciones de la juridicidad, en cuánto resultado final de la acción que arregla la política.
Y justo por esta razón a menudo vacila la arquitectura del normativismo “puro” sobre la jerarquía de las fuentes; asistiendo verdaderamente a lo que los clasificadores denuncian como nivelación, subversión o bien integración de fuentes de diferente grado o hasta extra ordinem.
Todo eso es consecuencial al derecho como interfaz de la política que, si por un lado, puede traer el denunciado desorden, por otro, reordena y consolida de modo conformativo a la única juridicidad vertical de que no se puede prescindir y a la cual de todas formas se llega: aquella estatal (en efecto el hacer referencia -ponemos- a reglamentos comunitarios, o a la misma lex mercatoria comporta siempre la relativa estatalización, que garantiza la concreta realización.
Además se ha notado que los procesos de “autonomía” de la técnica normativa representan a innaturales teóricos sabiamente construidos que se solucionan en el apuntalamiento de la (unitaria) acción gubernativa, asegurando, con la independencia de la técnica, el Sollen de la “norma” (dinámicamente entendida: desde la redacción hasta la realización).
Por fin se ha evidenciado como por la técnica normativa a menudo se haya operado un proceso de erosión de aquella “autonomía” (artificiosamente paritaria) que connotaría la “subjetividad” de relevantes entes territoriales como las Regiones, cuyo muy declamados perfiles de independencia se solucionan en la atribución de competencias, interdependientes y funcionales al orden puesto e impuesto por la única efectiva juridicidad de resulta: aquella de la institución estatal.
Esta última en efecto coordina competencias y enlaza las funciones-que homologan a la exclusividad jurídica - cuales son, en realidad, “la producción constitucional” y “el control jurisdiccional”.
The author says that to get rules technique and the certainty of the law together is quite a postulate.
The certainty of rules is the expression of impartiality and guarantee which should be assured by the “fixity” of the law.
Neverthless one can point out the insufficinet reconnaissance of the rules seen as pure written record, that is the “liturgic text” to individuate the real content of the law.
The author gives variegated exemplifications about it.
Viceversa the rule exists because it is “alive”, and in it is its effective vitality. So it exists in the semantics and in the jurisdictional control and in its applicability.
After all, the matter of law is a matter of fact.
The specific fact is considered as an action which weighs in political society: for this reason it is a “fact which becomes law”.
This rule (which suggests us the empirical experience with its historical background) is the only thing that gives us the final result of the judgement aspect and for this reason it is the final result of the organizing action of politics. Therefore, very aften the architecture of the hierarchy of sources is unsteady.
We assist at what the classfiers accuse: a levelling, an overturning, an integration of sources of different grade or quite an “extra ordinem”.
All this is the consequence of the interface law of politics.
If, from one side it can be considered as an element of disorder, from another side it is it which puts en order and consolidate the unique law from which one cannot avarial necessarily to consider: the “state law”, the only one which everybody refers to. (If, for example, we want to refer to communities rules, or to the lex mercatoria this involves our referring to the state law which guarantees the concrete execution). It has also been paied attention to the autonomy of the processes of the rules technique which represent theoretical models.
They are well built and substain the unique government action; they objectify, by the independence of the technique, the “Sollen” of the rule (from its drawing up to its becoming concrete).
It has also benn considered as from the rules technique a process of erosion has come envolving the autonomy of the Regions.
The emphatised profiles of indipendence of the Regions are solved in attributions of competences “functional” and “interdependent” to the given system wanted by the unique, real resultant, juridical character: the state institution co-ordinates competences and joins the functions together to the juridical exclusivity that means:
the constitutional production and the juridical control