Desde 2001, Estados Unidos y Europa están atorados en el lodazal que constituye la política de confrontación en el Medio Oriente, sin que ninguno de los dos haya cosechado los beneficios esperados. A pesar de todas las dificultades, Siria cerró filas en su política interna y soportó la presión aprovechando todas las oportunidades que le ofreció el cambiante sistema internacional. Damasco no parece haber cedido mucho de sus reivindicaciones diplomáticas y económicas; si lo hizo, fue por las consecuencias del cambio político ocurrido en la élite dirigente, no por la presión de Occidente. Además del legado histórico del nacionalismo árabe en la política siria, se puede hablar de la "domesticación" del neoliberalismo, proceso que tiene lugar en momentos en que los principales promotores occidentales del neoliberalismo han perdido mucho su poder de aplicarlo.