Juan Diez
Desde su aparición pública en 1994, el movimiento zapatista se ha caracterizado por un proyecto político en constante construcción y redefinición. La idea que atraviesa el presente artículo es que el desenlace de la Marcha por la Dignidad Indígena de principios de 2001 implicó la necesidad de reconfigurar una vez más el proyecto político zapatista y dar un nuevo salto en dos direcciones específicas: la consolidación del proceso de construcción de autonomía en las comunidades zapatistas como referente político-práctico y la articulación de un espacio político y social a nivel nacional, a través de la otra campaña, que supuso la primera vez que el EZLN recorrió todo el territorio mexicano a fin de entrelazar las diversas resistencias y proyectos alternativos. Ambas iniciativas se encuentran en el centro de la Sexta Declaración difundida en junio de 2005 y representan el gran desafío del zapatismo de construir –y constituirse en– una alternativa no sólo en la palabra sino también en la práctica.