En este artículo defiendo que la teoría post-humanista no ha de ser entendida como un intento de anunciar el �fin de lo humano� y el comienzo de una era post-humana, sino como una nueva forma de plantear la pregunta, y el estudio, de lo humano. Por ello, sostendré que, en lugar de hablar de una dualidad entre humanismo y post-humanismo, es preferible hablar de dos tipos de humanismo, el uno abstracto, que postula lo humano como una esencia atemporal y trascendente y el otro inmanente, que entiende lo humano como surgiendo, y permaneciendo, dentro de un inacabable juego de relaciones con lo nohumano. Esta posición será defendida a través de un caso empírico concreto, el de los pacientes de síndrome de cautiverio. Este caso revelará, de forma práctica, el juego de relaciones entre humanos y nohumanos a través del que se definen las fronteras de nuestra condición de sujetos autónomos y morales.