El polvo, partícula que puede parecer insignificante a simple vista, cuando alcanza una concentración y un tamaño determinados puede llegar a ser explosivo. A pesar de que tiende a sedimentarse, no por ello deja de ser potencialmente peligroso, pues cualquier leve movimiento o cambio en la atmósfera, el ambiente, etc., puede ponerlo de nuevo en suspensión, llegando a producirse detonaciones de cierta importancia. Estas, una vez iniciadas, podrían provocar explosiones secundarias en una reacción en cadena que suele tener desastrosas consecuencias. Este artículo plantea las medidas necesarias para evitar estos gravosos accidentes.