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Claudio Haddad
Las sociedades son empresas bastante atípicas. Su contribución a la economía en general no se mide por la longevidad que pueden alcanzar ni por la estabilidad laboral que les ofrecen a sus empleados. De hecho, varias sociedades duran bastante poco y la rotación de sus miembros es bastante alta, y sin embargo, su aporte al entorno económico sigue siendo sustancial. ¿Puede ser así? Claro, basta con mirar el caso del Banco Garantia, de Brasil.
Esta institución creada por Jorge Paulo Lemann a comienzos de los 70, adoptó los principios de Goldman Sachs y agregó algunas otras particularidades, generando una potente cultura que con los años atrajo a varios de los mejores talentos financieros de Brasil. Absolutamente diferente de sus competidores, este banco se convirtió en una potente incubadora de talento, que se desplegó después en varias de las empresas más exitosas de ese país, llevando consigo la cultura y las prácticas de Garantia. Esa forma de hacer las cosas sigue existiendo hoy en compañías como Anhauser-Busch InBev y Lojas Americanas, incluso después de que han pasado casi 12 años desde que Banco Garantia dejó de existir. Las empresas gestionadas durante cierto tiempo por ex socios de Garantia se desempeñan consistentemente mejor que sus competidores.
¿En qué consistió esta cultura tan particular? En una comunicación clara, directa y sanamente informal; en una meritocracia a toda prueba; honestidad e integridad; excelencia en la ejecución con énfasis en el bajo costo; contratar profesionales jóvenes, pues son más capaces de absorber la cultura; y una vida privada discreta y no ostentosa.
