La rigidez del presupuesto de la UE deriva del consenso político exigido para modificar el sistema de ingresos y de la férrea disciplina financiera impuesta sobre los mecanismos de gasto. El debate presupuestario se ve limitado por el problema da los saldos nacionales y por el establecimiento de acuerdos plurianuales que tienden a perpetuar las situaciones existentes, lo cual impide mejorar los obsoletos procedimientos de obtención da recursos propios y de financiación de las actividades de la Unión. El Parlamento Europeo y el Consejo discrepan sobre si conviene reformar a fondo, o simplemente adaptar la incipiente Hacienda Publica Europea. Y el ciudadano permanece desvinculado de un mecanismo que pese a su escaso tamaño relativo resulta esencial para abordar los ambiciosos retos de la integración en Europa. La mejora cuantitativa y cualitativa del sistema da recursos propios y la reforma general da las finanzas comunitarias forman parte da la lista da asignaturas pendientes en la UE para los próximos años. La voluntad política será fundamental para superar las restricciones técnicas que pesan sobre el desarrollo del presupuesto comunitario.