La crisis desencadenada en junio de 2009 en Honduras ha llamado la atención sobre el acontecer en América Central, una región que, si bien gozó de una notoria centralidad en los cinco lustros que siguieron a la eclosión guerrillera de la segunda mitad de la década de los setenta, había entrado en el más puro ostracismo desde la perspectiva de los analistas internacionales. Aupada en una tradición ejemplar de 60 años de democracia en Costa Rica y en el legado de los acuerdos de paz de El Salvador y Guatemala de la última década del siglo XX, así como de la transición democrática en Nicaragua tras el triunfo de la revolución sandinista, América Central ha vivido un periodo de inusitada estabilidad que ahora parece parcialmente quebrada.