Carmen Rosa Flores Sánchez
Desde le década del 70, un gran porcentaje de mujeres de raíces andinas de sectores populares han protagonizado distintas estrategias de sobrevivencia vinculadas el consumo colectivo y a la generación de su propio puesto de trabajo. La información que a continuación se presenta constituye el avance de un trabajo de investigación dirigido a identificar el potencial social que desarrolla la mujer microempresaria.
Estas mujeres desarrollan su actividad productiva en un contexto adverso afrontando desigualdades por género. Las carencias y necesidades que tienen motivan y movilizan a una lucha permanente para generar ingresos y sobrevivir. Esta experiencia les permite vivenciar un proceso en el que las carencias se transforman en capacidades, en potencialidades.
Irarrázabal (1989) señale la cultura de reciprocidad como el dar y recibir. Las microempresarias son reconocidas como generadoras de valores personales y sociales, desarrollando cualidades necesarias para incursionar, con relativo éxito, en el ambiente productivo y lograr ser visualizadas como productores. Como miembros de organizaciones sociales de base y de microempresas logran proyectar una presencia social en el ámbito local.
Sin embargo, la tradición de 'las mujeres como dependientes de los varones" obstaculiza su desarrollo y autonomía, los roles familiares no se modifican sustentivamente, continúan realizando tareas domésticas y adecuando sus horarios para atender ambos espacios.