Luz Elena Galván de Terrazas
En este artículo me centraré en las respuestas que los padres de familia del estado de Querétaro daban ante la educación oficial que venía de fuera, en las décadas de los veinte y los treinta. Algunos padres de familia la aceptaron, pero la mayoría se opuso a esta educación. Para su análisis he utilizado dos categorías: la de la cultura y la del tiempo. La primera me ha permitido comprender la razón de este rechazo; es posible que lo que la escuela oficial enseñaba a través de sus maestros, el campesino lo sintiera como una amenaza a su cultura, a sus valores, a su idioma, a su forma de pensar, de vivir y hasta de alimentarse. En lo que se refiere al tiempo, el niño se encuentra entre dos formas de medirlo; por un lado, la forma en que se enseña en la comunidad, en donde el tiempo de la siembra, de la cosecha y de las festividades es muy importante; por otro, se encuentra con el tiempo que le es impuesto como necesario en la escuela, desde el horario de clases, hasta las festividades cívicas y las vacaciones. De aquí que en este artículo presentaré cómo en Querétaro, entre 1920 y 1940, no fue fácil para la escuela rural abrirse camino.