Estudios actuales aseguran que el "sinhogarismo" no responde mayoritariamente -como se afirmaba en las dos últimas décadas del siglo XX- a problemas de enfermedad mental. En la actualidad se valora que la relación entre salud mental y vivir en la calle puede configurarse como un destino para algunas personas con trastorno mental debido al fracaso personal, social y de los servicios sociales y de salud mental. Por otra parte, la vida en la calle se convierte a su vez en un suceso vital estresante que complica la salud mental de las personas, que supone una agresión a su dignidad y produce efectos psicológicos muy importanes.