Silvano Tagliagambe
Partiendo del análisis de algunas de las características más relevantes de la «sociedad del conocimiento» y de los cambios en curso de los procesos sociales (en particular el paso de un paradigma centrado en la idea de «producción» a uno basado, en cambio, en la idea del «servicio»), se propone un enfoque global de las nuevas exigencias que actualmente deben afrontar los sistemas escolares y formativos.
En particular, queda patente la necesidad de que estos sistemas comiencen a abrirse hacia una lógica de interconexión y de integración recíproca, que no sólo les permita dialogar, sino también intercambiar experiencias y hacer posible y favorecer, a los estudiantes, el paso del uno al otro sin caer en excesivas penalizaciones o pérdidas de tiempo. En este enfoque general se destaca la centralidad del concepto de competencia, cuya característica esencial consiste en la transferibilidad de un contexto al otro. La adopción preferencial de este término, respecto a otros precedentemente en boga, está destinada a poner en un primer plano la necesidad, hoy inaplazable, de identificar los pesos y medidas de alguna manera homogéneos o recíprocamente conmensurables, para poner la base de la interconexión y la interoperabilidad entre los sistemas diversos (el sistema escolar en toda su articulación, el sistema de la formación profesional, etc.) de modo que se pueda disponer de estándares comunes, a partir de los que se pueda dar un contenido definitivo a la noción del crédito formativo.