La educación se encuentra bajo asedio en todo el mundo. El mayor peligro al que se enfrenta proviene de las fuerzas del neoliberalismo global, el cual, a través del poder de la desregulación, del mercantilismo, y de la privatización, sostiene un malicioso ataque sobre todas aquellas esferas públicas y bienes no controlados por la lógica de las relaciones de mercado y por los márgenes de beneficios. El neoliberalismo no sólo llama a cuestionarse todas aquellas estructuras colectivas capaces de poner en tela de juicio su lógica, también socava al estado como garante de las medidas sociales, y reemplaza los servicios públicos con activos privados mientras reduce a la ciudadanía y al aprendizaje al acto de consumir. Este artículo argumenta que si la educación, en todos sus niveles, va a tener que enfrentarse a los retos de un futuro democrático, tendría que hacer frente al neoliberalismo en todos sus frentes, simbólica y políticamente. En parte, esto significa reclamar la educación como crucial para el proyecto de democratización, educando a los estudiantes para estar dispuestos y para ser capaces de volver a articular la relación entre igualdad y justicia social como fundamental en la educación de ciudadanos críticos, y proveer las condiciones a los educadores para convertirse en intelectuales públicos que trabajen activamente para ligar su enseñanza con principios sociales más amplios, definidos, en parte, para construir un nuevo orden social, el cual no tendría que tener sus supuestos encaminados hacia las pasiones egoístas, la regla del beneficio y la destrucción de la vida pública.