En este texto se reflexiona sobre el problema del sentido, el cual supone necesariamente de un sistema, de una organización, pero también de un ser que le otorgue finalidades. Como el ser que da sentido es humano, entonces es la subjetividad la que teje el sentido. El conocer, como acto humano, es el momento de otorgar sentido a todo, pero no hay sentido en sí mismo, hay sentido sólo si hay una relación en tre un nosotros o con ciertos sucesos con el otro. Por ello se dice que el sentido emerge a partir del no-sentido. Por lo que la justificación o fundación del sentido no está más que en nosotros, lo cual permite criticar toda ética de la promesa y la ética del fundamento (donde los fundamentos son de origen divino, cósmico, biológico), y afrontar, entonces, una ética sin salvación y sin promesa.