Las intervenciones militares en América Latina han sido a menudo una consecuencia de la insatisfacción de los actores sociales y políticos ante los gobiernos o los resultados electorales. La dimensión exterior, y en concreto la influencia norteamenricana, comienza a ser decisiva durante el periodo de polarización ideológica que sigue a la revolución cubana. El nuevo giro de la política exterior norteamericana, durante la administración Carter, y las terribles consecuencias de las guerras civiles y violaciones de los derechos humanos, han creado durante los últimos años un clima político y social claramente opuesto a nuevas intervenciones militares.