Mollie Dickenson, Mike Pedler, John Burgoyne
Mientras que cada vez se publican más estudios sobre aprendizaje en línea y en red (por ejemplo, McConnell, 2000) o sobre teoría y práctica del aprendizaje activo presencial (Pedler et al., 2005), parece ser que no hay más que referencias anecdóticas a la versión virtual. Sin embargo, con el desarrollo de tecnologías de la comunicación como los groupware, la videoconferencia y las prácticas cambiantes de trabajo y aprendizaje en Internet, podría considerarse al aprendizaje activo virtual (Virtual Action Learning, VAL) como el sucesor natural del aprendizaje activo.
En este artículo se presentan las conclusiones de una investigación que se está realizando en la Henley Business School con el fin de estudiar la práctica actual e identificar los factores decisivos para promover esta forma emergente de aprendizaje activo.
En el momento de empezar el estudio, en octubre de 2006, las tecnologías existentes para el aprendizaje activo virtual parecían muy limitadas en cuanto a lo que podían ofrecer y sugerían un sencillo modelo de seis formatos de posibles tipos de aprendizaje activo virtual. En menos de dos años se han producido avances considerables tanto en el desarrollo tecnológico como en los niveles de utilización. Lo que resultaba incómodo es cada vez más accesible y fácil de utilizar, a pesar de su sofisticación, y ofrece cada vez más alternativas viables a la colaboración presencial.
Sin embargo, pese a estos avances tecnológicos, con más ejemplos de prácticas de aprendizaje activo virtual de lo que pensábamos, tecnologías sencillas como el correo electrónico y la audioconferencia están resultando satisfactorias.
El aprendizaje activo virtual surge como una variedad de aprendizaje activo por derecho propio con sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Los especialistas en los diversos enfoques del aprendizaje activo virtual suelen defender las ventajas potenciales de esta forma de aprendizaje activo. Del mismo modo que el aprendizaje activo virtual no debe compararse necesariamente con el aprendizaje activo presencial (face-to-face Action Learning, f2f AL), hay que tener precaución a la hora de afirmar que alguno de sus formatos es necesariamente mejor que otros, incluso en los casos en los que las posibilidades de comunicación parecen limitadas. Existen opiniones divergentes sobre si el aprendizaje activo virtual es un sustituto del aprendizaje activo presencial o si tiene ventajas que puedan causar que se prefiera al aprendizaje activo presencial. Dichos argumentos requieren más investigación y estudio.
Whilst there is extensive and growing literature in online and networked learning (e.g. McConnell, 2000) and in research and practice on face-to-face (f2f) action learning (AL) (Pedler et al, 2005), there appears to be very little reported or anecdotal evidence of the virtual variety. Yet with the development of communication technologies such as groupware, videoconferencing and the internet changing working and learning practices, virtual action learning (VAL) might have been seen to be flourishing as the natural successor to AL.
This paper presents the findings of on-going research at Henley Business School which aimed to explore current practice and identify the critical enabling factors for this emerging form of action learning.
At the start of the inquiry, October 2006, existing technologies for VAL seemed very limited in what they could deliver and suggested a simple six-form model of potential sorts of VAL. In less than 2 years, there have been considerable advances both in technological developments and in the levels of usage. What was cumbersome is becoming more accessible, more user-friendly yet sophisticated and is increasingly offering viable alternatives to f2f collaboration.
However, despite these technological advances, with more examples of VAL practice going on than we thought, simple technologies such as email and audio-conferencing are proving successful.
VAL emerges as a variety of action learning in its own right with its own strengths and weaknesses. The practitioners of the various approaches to VAL frequently assert different potential benefits from this way of doing AL. Just as VAL should not necessarily be measured against f2f AL, so one must caution against making assumptions that any one form is necessarily better than any other, even where communication possibilities appear to be restricted. Opinion is divided on whether VAL is a substitute for f2f AL or whether it has advantages that may lead it to being preferred over f2f AL. These arguments await further research and exploration.