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Es difícil gestionar bien el riesgo financiero incluso en los buenos tiempos. Se puede fracasar de una de estas seis maneras, con ejemplos de casi todas ellas en la última crisis financiera. Confiar en datos históricos. Un ejecutivo de riesgo que evalúe el riesgo por bienes raíces basándose en estadísticas de las últimas tres décadas estará muy mal preparado para la volatilidad del precio de las casas en 2007. Enfocarse en indicadores limitados. Una medición diaria de VaR se usa comúnmente en la transacción de valores. Pero un indicador diario asume que los activos pueden ser vendidos y cubiertos con rapidez, por lo que esto no se aplica a los portafolios con los que una firma puede quedar temporalmente amarrada. Pasar por alto riesgos conocibles. Los ejecutivos de riesgo suelen separar los riesgos de mercado, crediticio y operacionales, los que miden de manera diferente y aislada, y no a nivel de organización. También pueden no ver los nuevos riesgos que vienen con los instrumentos que usan para mitigar riesgos. Pasar por alto riesgos ocultos. Quienes toman riesgos pueden esconderlos deliberadamente, como ocurrió con el banco francés Société Générale en 2007. O pueden informarlos superficialmente si sus posiciones son complejas y de corto plazo. Fracasar en la comunicación. A veces hasta los ejecutivos de riesgo más minuciosos no pueden explicar un sistema de última generación al CEO y al consejo. En ese caso, no es una buena idea confiar demasiado en las capacidades de ese sistema. No gestionar en tiempo real. Es difícil cubrir posiciones accionarias cuando sus características de riesgo pueden cambiar completamente en un día; como puede ocurrir, por ejemplo, con los call de barrera. Los autores aconsejan practicar la gestión sustentable del riesgo: no importa que los riesgos catastróficos tengan probabilidades excesivamente pequeñas; de todas formas construya escenarios para ellos y diseñe estrategias para sobrevivirlos.
