Cada vez resulta más necesario plantear estrategias, reflexiones y alianzas que permitan movilizar a ciudades de todo el mundo para aprovechar los profundos cambios y transformaciones que está generando una globalización tan compleja como imparable. Se trata, en definitiva, de proponer análisis de una cierta envergadura sobre la ciudad, situando a ésta en el espacio global en el que sin duda se inserta, algo que se nos antoja como un ejercicio repleto de problemas, pero no por ello menos necesario. Utilizando palabras de Norman Birnbaum, frente a un mundo de complejidad creciente y abrumadora, no pocas ciudades se mueven en un localismo estrecho impulsado por intereses nada prosaicos de la mano de la fiebre urbanizadora y especulativa que ha arrasado este país en los últimos años, reduciendo con ello la ciudad a un simple tablero de negocios y rentabilidades que están cortocircuitando su futuro. Precisamente por ello, no debemos renunciar a situar nuestras urbes dentro de los numerosos debates emergentes que se están planteando en todo el mundo, siendo uno de ellos el papel de éstas en la globalización.