Ernesto García
Hace ya muchas generaciones que los maestros hemos perdido la idea del bien común por cuyo motivo el ejercicio docente ha perdido el horizonte vocacional que en principio le es inherente. Por supuesto que algunos individuos dentro del gremio aún mantienen viva esa llama esencial que le da sentido a la tarea de cada día, independientemente de los cambiantes éxitos o fracasos que en ella se producen. Pero son la minoría y cada vez se encuentran más aislados por sus propios compañeros, así como por las políticas que se han impuesto desde los comandos burocráticos de ministerios, secretarías y agencias transnacionales que sojuzgan a los países más relegados del mundo. De todos modos, queda la esperanza de que los maestros que todavía están inspirados por una clara vocación de servicio al interés superior de la colectividad suelen ser los mejores, aquellos que ocupan con honor lo que se ha dado en llamar la vanguardia de la pedagogía.