Comisiones Obreras (CC.OO), la organización de mayor implantación social en la lucha antifranquista, adquirió un gran protagonismo en los meses posteriores a la muerte de Franco pero no logró imponer su proyecto de construir una central sindical unitaria en la que estuvieran representados todos los trabajadores. Un sindicalismo plural y bipolarizado, a medida que la Unión General de Trabajadores (UGT) recobraba fuerza, se fue desarrollando, al tiempo que el modelo autoritario y estatalmente intervenido de relaciones laborales de la dictadura era sustituido por otro de carácter democrático. Ambos procesos tuvieron lugar en una coyuntura de profunda crisis económica, en estrecha conexión con la evolución de la transición política y con una amplia movilización sociolaboral. Los sindicatos, en especial la UGT, exploraron desde 1979 la vía de la concertación social y de los pactos neocorporativos, pero en 1986 dicha vía quedó abandonada. Emprendieron a partir de entonces una estrategia unitaria, muy politizada, que estaba destinada a lograr importantes reivindicaciones sociales y un cambio en la política económica y que generó una gran conflictividad. Pero el pulso que los sindicatos no pudieron ganar al Gobierno terminó por llevarlos a un terreno en el que la gestión de los intereses de los trabajadores en el marco del Estado del Bienestar acabó por predominar sobre las cuestiones de mayor dimensión político-ideológica.
The role of the CC.OO., a trade union that had established deep social roots during the struggle against Franco, became very important in the months following Franco's death, but did not manage to impose its plans to construct a single trade union movement to represent all of the workers. As the UGT recovered its strength, it slipped into a bipolar, pluralistic structure of trade union activity, with the State-run structure of labour relations being replaced by a more democratic set-up. This took place at a time of deep economic crisis, closely linked to the political transition and widespread activism amongst workers and society as a whole. The trade unions, and especially the UGT, explored the potential of concerted social pacts and neocorporative pacts as of 1979, but in 1986 abandoned the attempt. They then followed a highly politicised joint strategy, intended to achieve important social advances and change the economic policy. This generated many labour disputes and unrest, but they were unable to bend the government and ended up in a situation in which their responsibility for managing workers'interests within the framework of the welfare state predominated over more political and ideological pursuits.