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Lothar Kunh
Cuando Jeff Immelt, Rick Wagoner y Alan Lafley, CEO de General Electric, General Motors y Procter & Gamble, respectivamente, se reúnen en Davos con ocasión del Foro Económico Mundial, encuentran de inmediato un tema en común: su época de estudiantes en Harvard Business School (HBS). También podrían hablar del mismo tema los presidentes de México, Felipe Calderón, y de EE.UU., George W. Bush.
Pocas instituciones educativas en el mundo pueden exhibir una lista tan impresionante de ex alumnos, y pocas son tan capaces de hacer confluir las enormes cantidades de talentos y recursos que la convierten en un modelo para muchas de las escuelas más importantes del mundo; y de América Latina, por cierto.
Este estatus icónico habría sido difícil de imaginar en los modestos y complicados orígenes de esa escuela de negocios: cuando fue fundada hace cien años sólo contaba con �un buen nombre y una pobreza digna�. En aquel entonces, y después de mucho dudarlo, el presidente de Harvard de aquel entonces, Charles W. Eliot, decidió que la nueva realidad marcada por la formación de grandes empresas de transportes, energéticas y minoristas exigía un nuevo tipo de profesional: el ejecutivo. Gracias a esta visión y a la destacada labor de sus primeros decanos, HBS tuvo un éxito bastante rápido que se concretó con la construcción de un nuevo campus apenas 19 años después de su fundación.
En este artículo se cuenta el desarrollo posterior de esta escuela de negocios: su transformación por causa de la Segunda Guerra Mundial; su apertura hacia estudiantes mujeres y de color; sus primeros pasos en la internacionalización; y los trastornos generados por la recesión de principios de los años 80 y por diversos escándalos corporativos en los últimos años en los que han estado involucrados alumnos de HBS.
Ante todos estos hechos, HBS ha pensado y actuado visionariamente, aumentando su preocupación por nuevos temas y expandiendo geográficamente su esfera de acción hasta llegar a ser lo que es en la actualidad.
