Esther Valbuena García
Los graves �aunque aislados� episodios de violencia protagonizados por menores de edad en los últimos años, temporalmente coincidentes con la entrada en vigor y puesta en marcha de la nueva Ley del Menor, han contribuido, ante la fuerte alarma social generada, y al hilo de las modernas corrientes penales de protección de la víctima, a un marcado proceso de desnaturalización de la legislación juvenil, inicialmente inspirada en criterios progresistas y de protección del superior interés del menor como sujeto merecedor de un tratamiento específico