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Javier Alfonso Gil
Entender los procesos de desarrollo económico de las sociedades implica entender los procesos evolutivos de estas, e incluso de la naturaleza. Se vislumbra así, una unidad entre el hombre y la sociedad e incluso entre el hombre y la naturaleza, bajo lo que se viene leyes de la complejidad o, más cercano a nosotros, si nos limitamos a la relación entre el hombre y la sociedad, a las leyes evolutivas con base firme en la biología, pero de sugestiva aplicación en la economía. El conocimiento y su manifestación, bien en instituciones o bien en tecnología, se nos muestra como el vehículo imprescindible para la búsqueda de la optimización en el inevitable proceso de cambio en toda colectividad. En último término, será en la aceptación de los nuevos modelos mentales individuales, y por agregación, en los modelos mentales compartidos, donde resida la capacidad evolutiva de la sociedad. La mayor aportación que pueden las políticas estatales será la de permitir que las dos variables claves del desarrollo arriba expresadas (tecnología e instituciones), vayan acompasando su evolución al nivel de conocimiento adquirido por la población. La experiencia nos dice que el desarrollo, aún no siendo fácil y rápido, sí es posible.
