En los últimos años, la economía regional ha experimentado el surgimiento de un paradigma heterodoxo, que implica lo que podríamos llamar una nueva "santísima trinidad": tecnologías-organizaciones-territorios. El autor plantea que es preciso llenar de contenido el análisis de estos tres componentes. Para ello, es necesario superar la metáfora de los sistemas económicos como máquinas, con inputs y outputs sólidos, cuya física y geometría puede comprenderse de forma total y determinada. Este énfasis en la mecánica del desarrollo regional debe ahora complementarse con otro enfoque, en el que la metáfora dominante sea la de la economía como relaciones, el proceso económico como conversación y coordinación, los agentes del proceso no como factores sino como actores humanos reflexivos, y la naturaleza de la acumulación económica no sólo como activos materiales, sino como activos relacionales. En este sentido, la economía regional en particular, y las economías territoriales integradas en general, son redefinidas aquí como stocks de activos relacionales.