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Durante la administración de Vicente Fox, las relaciones entre México y la Unión Europea pasaron de la euforia a la decepción. Los cambios en la política exterior del nuevo gobierno no tuvieron el sustento institucional necesario en el ámbito interno. Así, a pesar del énfasis puesto en los derechos humanos a nivel internacional, éstos seguían violándose en el ámbito local. El comercio y las inversiones no despegaron sino hasta 2004 y la cooperación fue aceptable, aunque no óptima. No obstante estas dificultades, la relación se mantuvo en marcha gracias al andamiaje institucional provisto por el Acuerdo de Asociación México-Unión Europea. Los contactos se volvieron más rutinarios y numerosos, y creció el conjup.to de actores involucrados, lo mismo que el espacio, tanto para la cooperación como para las desavenencias.
