Luis Miguel Macías
Hasta mediados de los ochenta, la Política Agricola común proporcionaba unas condíciones de mercado muy favorables que propiciaban la coexistencia de explotacíones y empresas de muy diferente eficiencia económica. A partir de 1984, la PAC pasa a convertirse en una subasta a la baja que frustra las aspiraciones de los agricultores europeos. En medio de este proceso la agricultura vasca entra en ese escenario. La pregunta es obvia: ¿Cómo garantizar su futuro y con él, el mantenimiento de sus funciones socíales? La respuesta no lo es tanto. Por una parte, el ingreso en la C.E.E. no conlleva necesariamente la integración en los mercados comunitarios, ya que hasta cíerto punto, la agricultura vasca puede crear sus propios mercados, y buena prueba de ello es el queso de Idiazabal, el txakolí de Getaria o el víno de la Rioja Alavesa. Asimismo, los agricultores deben complementar la actividad agraria con otras que incrementen la renta global y satisfagan la demanda de servicios recreativos y culturales en contacto con la naturaleza. Por último, habrá que considerar que en determinadas zonas agrarias el problema no es tanto de rentas como de provisión de los servicios y equipamientos sociales indispensables.