La bonanza y la estabilidad que la economía internacional ha disfrutado durante el último cuatrienio se vió de pronto ensombrecida, en agosto de 2007, por el estallido de la crisis del mercado hipotecario en EEUU y las consiguientes tensiones en los mercados de crédito e interbancario que, a partir de entonces, han venido condicionando el panorama económico mundial. Asimismo, la constante escalada en los precios de las materias primas, especialmente del petróleo y los alimentos, están ocasionando de manera generalizada fuertes repuntes en las tasas de inflación, más pronunciados en las economías emergentes y en desarrollo. La ralentización en las tasas de crecimiento, junto a las crecientes tensiones inflacionistas, colocan a los principales Bancos Centrales en un delicado equilibrio a la hora de implementar sus políticas monetarias.