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La elección interna de dirigentes del PRI en febrero de 2002. El Partido Revolucionario Institucional se desarrolló como una organización de baja institucionalización interna, cuya principal fuente de autoridad residía en el presidente de la república. La derrota del PRI en la elección presidencial de 2000 desató una lucha interna por el control del partido. Como consecuencia inmediata de ello, se impuso a sus élites la necesidad de negociar mecanismos reales para elegir a sus nuevos dirigentes nacionales, acuerdo que se formalizó durante la XVIII Asamblea General de Delegados. Otra consecuencia fue la modificación del equilibrio interno de fuerzas y la confrontación de dos polos de poder, los gobernadores priistas y el aparato partidario, tanto territorial como sectorial; la elección de dirigentes de 2002 fue el escenario de su enfrentamiento.
