La economía mundial se caracteriza, entre otras cosas, por la gran desigualdad existente entre países. La industrialización se convirtió a lo largo de los siglos XIX y XX en la forma que adquirió el progreso económico moderno. Los países que siguieron esta senda y lo hicieron con fuerza son los que empezaron a situarse a la cabeza de la economía mundial. Mientras que, por el contrario, los que no se industrializaron, o lo hicieron insuficientemente, quedaron atrasados. La industrialización se convirtió así en el requisito necesario para avanzar y progresar.