Las decisiones de inversión son un elemento clave para garantizar la continuidad de una empresa, ya que representan la apuesta que hace el equipo directivo sobre el futuro del negocio. Es evidente que se invierte para que el futuro sea mejor que el presente, pero mejor... ¿en términos de qué? La respuesta universalmente aceptada es que se invierte para estar mejor en términos de valor económico. De hecho, la única forma de garantizar el futuro de una empresa es invertir en proyectos que generen valor económico. Sin embargo, no deja de ser sorprendente que, con relativa frecuencia, la aplicación de este principio se realiza con un enfoque que no garantiza conseguir el objetivo que se propone. En este artículo se repasan algunas de las trampas en las que suele caerse con más frecuencia al estimar el valor económico que se espera generar en las decisiones de inversión.