La gran legitimidad social e influencia de la Unión General de Trabajadores (UGT) en los primeros años treinta, tanto en el gobierno como en los propietaros y el sector industrial, se debe a su concentración en la industria de la construcción, representando la estructura industrial de la ciudad, la gran representación de la clase obrera, su organización en torno a los sectores industriales, su ideología de serenidad y disciplina, la colectividad de la acción y sus procedimientos de huelga prudentes. Su estrategia de negociación estaba orientada a evitar huelgas para conseguir sus logros. Así, el estado era visto como el árbitro final entre trabajadores y propietarios. La posterior pérdida de peder de la UGT a manos de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) se explica por su incapacidad para mobilizar a la masa de trabajadores no cualificados que migraron a Madrid a mitad de los 30.