España es uno de los países con los niveles de participación política y social más bajos de Europa. La pasividad activa de los españoles se debe a que existen altos niveles de escepticismo y puntos de vista críticos sobre la política, el proceso democrático representativo, sus instituciones y sus representantes políticos. Una de las causas que explica la desafección hacia la política de los españoles tiene que ver con una historia de la democracia muy convulsa durante los dos últimos siglos, que sigue provocando desconfianzas en amplios sectores sociales.