Un disco fracturado presionó la columna vertebral de Glenn Mangurian hace algunos años, dejando la mitad inferior de su cuerpo con parálisis permanente. De un momento a otro, Mangurian pasó de estar sano y seguro en su carrera como consultor de gestión a ver cómo su vida se transformaba y se llenaba de incertidumbre. Su lesión le enseñó mucho sobre resiliencia y liderazgo. En su relato en primera persona, explica cómo las personas pueden crear un futuro nuevo después de ser golpeadas por una crisis, y cómo ¿incluso si afrontan solamente los desafíos del día a día¿ pueden prepararse para lo peor. Mangurian identifica a la resiliencia como una de las cualidades clave que se buscan actualmente entre los líderes de negocios, pero él explica que muchas personas la confunden con la dureza. Por cierto que la dureza puede ser una ventaja en los negocios, porque nos permite separarnos emocionalmente de las consecuencias negativas de las decisiones difíciles. Pero también puede ser una desventaja, porque puede aislarnos de los recursos que necesitaremos para recuperarnos. La resiliencia, por el contrario, se trata principalmente de absorber los desafíos ¿y no desviarlos¿ y recuperarse para salir fortalecidos de la experiencia. El autor aprendió varias lecciones sobre liderazgo ante la adversidad. Por ejemplo, aunque las crisis distorsionan la realidad reforzando los miedos, también ponen énfasis en lo que de verdad importa ahora; resaltan qué es lo más importante para nosotros y de qué somos capaces. Otra lección importante es que la pérdida amplifica el valor de lo que nos queda, obligándonos a hacer un inventario de todo lo que tenemos y celebrar nuestros activos personales. Tal vez lo más importante es que no podemos saber lo que pasará mañana, y es mejor que así sea, porque es mucho más gratificante comprometerse con el presente que solamente prevenir que nos pasen cosas malas.