Los nuevos riesgos psicosociales, como el estrés o el acoso moral, alimentados por las nuevas estrategias de organización del trabajo, que propician unas relaciones intersubjetivas cada vez menos solidarias y más deshumanizadas, están generando una serie de problemas para cuya solución se precisan no sólo planteamientos reparadores, sino también preventivos. En este sentido, el empresario, como principal deudor de seguridad por aplicación de la Ley de Prevención de Riesgos, está obligado a planificar y organizar el trabajo, de modo que se tienda a minimizar, o incluso evitar, tales riesgos. Así, se postula por un mayor protagonismo de las estrategias preventivas, lo que se traduce en la necesaria integración de la actividad preventiva en todas las decisiones y actuaciones empresariales que se adopten en la empresa, en cualquier ámbito y en todos sus niveles jerárquicos.