La tercera fase de la Unión Económica y Monetaria y la puesta en marcha de la política monetaria única llevaron a los países de la Unión Europea a una mayor coordinación de sus políticas fiscales, dada la estrecha relación que existe entre la política monetaria y la política fiscal. La aplicación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento redujo el margen de discrecionalidad de la política fiscal. Desde su nacimiento, en 1997, ha sido objeto de numerosas críticas y propuestas de reforma. Finalmente, en junio de 2005, fue aprobada una nueva propuesta. El objetivo de este artículo es reflexionar acerca de las implicaciones que la reforma aprobada supone para los nuevos socios. Estos países combinan el respeto a los criterios de convergencia con la necesidad de aplicar reformas estructurales que los acerque a la convergencia real.