El resurgimiento de las gubernaturas tiene manifestaciones significativas desde al menos un sexenio atrás y se funda en antecedentes históricos que han marcado la evolución de las relaciones políticas entre el gobierno nacional y los estados y regiones. Las autoridades locales han gozado de una notable autonomía política y por ello el centralismo puede interpretarse como una respuesta al excesivo control que caciques y líderes locales tuvieron. El nuevo papel que tienen ahora las gubernaturas y algunos liderazgos estatales no se debe solamente al avance democrático sino al debilitamiento de los controles centrales (administrativos, financieros y políticos, incluidos en estos últimos el presidencialismo) que han creado vacíos de poder que han llenado los gobernadores, lo cual no necesariamente significa una garantía para la democracia ni reflejo de capacidad o de alternancia.