En los cuatro años transcurridos desde que Rob Miranda asumió como CEO de Growing Places, un proveedor de cuidado infantil para empresas (y dentro de las empresas mismas) en el Medio Oeste de EE.UU., él ha sido una fuente de ideas. Por ejemplo, habilitó espacios para que las madres pudieran amamantar a sus bebés en los días laborales y colocó cámaras web en las guarderías para que los padres ¿visitaran¿ a sus hijos desde sus escritorios. Como resultado de la visión empresarial y de la inteligencia operacional de Rob, la empresa logró un crecimiento rentable. El problema es que Rob tiende a meter la pata cada vez que abre la boca. Evan Breyer, fundador y presidente de la compañía, confía en que Rob aprenderá a evitar los desatinos verbales; incluso convenció a Rob de que viera a un coach. Pero cuando Evan está dirigiendo un tour por las instalaciones para un posible patrocinador del programa de becas, Rob lanza un comentario insensible sobre el amamantamiento, delante de los visitantes y de un periodista. Obviamente, el periódico local publicó una mordaz editorial al día siguiente. Días después, durante la conferencia para la presentación del currículum preescolar, reincide con un comentario que implicaba que los profesores eran perezosos y faltos de preparación. Resultado. Otra oleada de mala prensa y un significativo bajón en el precio de las acciones. Parece que Rob no va a cambiar y varios miembros del consejo están hablando de despedirlo. ¿Debería Evan tratar de convencer al consejo para que no despidan a Rob? Comentan este caso de estudio ficticio Ronald A. Heifetz, profesor de Kennedy School of Government de Harvard; John H. Biggs, ex CEO de TIAA-CREF; Torie Clark, analista de CNN; y Roger Brown, cofundador de Bright Horizons.