La conversión de España en un país de inmigración, destino de un potente flujo de personas desde la última década del siglo XX, es seguramente el principal acontecimiento de nuestro panorama económico y social. Las repercusiones económicas, sociales y políticas de un fenómeno absolutamente transversal, lo han situado en el centro del interés público en nuestro país, como desde hace ya algún tiempo lo había venido siendo en otros países con mayor tradición del resto de la Unión Europea. Los últimos datos apuntan que los residentes extranjeros son ya el 8% de la población española, situándose ya en la cota de los países europeos con mayor tradición receptora. La presencia de magrebíes entre el colectivo inmigrante es muy destacada y se sitúa actualmente en torno a las 376 mil personas (con tarjeta de residencia legal), entre las cuales las que son de origen marroquí tiene un peso abrumador (el 95%), con una tasa de crecimiento anual desde 1989 que se aproxima al 24%: Los originarios de esta nacionalidad se han convertido en el primer contingente de residentes extranjeros legales en España, seguidos por los ecuatorianos (191 mil personas que equivalen a poco más de la mitad de los de origen marroquí).