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Aunque el tema de este texto parece muy centrado en una lectura de la ¿estética de a existencia¿ de Foucault en paralelo a la estética de Oscar Wilde, que define la vida como la realización de una existencia bajo el signo de la belleza, la cuestión que se plantea tiene que ver con los modos en que es todavía hoy filosóficamente pensable la educación como un experiencia estética. La estética de la existencia de Foucault es, de algún modo, la puesta en práctica de un filosofar que busca constituir no tanto una disciplina teórica cuanto un arte de vida. Este modo de filosofar es de una enorme ayuda para la filosofía de la educación, pues todo arte de vida crea nuevas posibilidades -nuevos comienzos- para la vida de los demás. Este planteamiento nos sitúa en un orden donde la dimensión estética se sitúa más allá de un planteamiento según el cual en el centro mismo de la aísthesis se concentra la posibilidad de conquistar un momento pacificador en el que dolor y lucha se vean momentáneamente suspendidos. Muchos discursos (filosóficos) sobre la educación comparten con este planteamiento conciliador la necesidad de anticipar el fin de un posible conflicto, volviendo difícil, cuando no imposible, pensar la diferencia de experiencias y la noción misma de acontecimiento.
