La concepción moderna de la salud nos remite a la dualidad cartesiana según la cual el ser humano es cuerpo y alma. En la donación de sangre esta división parece claramente marcada, la encarnación es un proceso de civilización, en la donación de sangre el altruismo es la base moral que sustenta esa encarnación. El cuerpo de la persona donante se considera sustancialmente sangre, un mero continente que hace llegar este fluido a los bancos de sangre. El uso biomédico de la sangre donada no anula o excluye una dimensión o aspectos morales, es más, se hace necesario recurrir a una moral para garantizar el don (regalo) de la sangre; así el altruismo se concibe como un fenómeno fisiológico a través de una asimilación entre altruismo y disponibilidad extractiva.