Eficacia y calidad son las dos grandes dudas que se plantea cualquier organización que apueste por un cambio en su estrategia de formación introduciendo el e-learning. Y la incertidumbre es su primera consecuencia, tanto para los responsables de formación como para los destinatarios. Para los primeros, porque esperan encontrar en el e-learning una solución formativa que responda a las necesidades de los trabajadores y que aporten unos conocimientos que puedan aplicarse de forma inmediata. Además, quiere ganar rapidez, flexibilidad y reducir costes. La tecnología asegura estas tres últimas condiciones, pero son los contenidos los que tienen que ajustarse a los requerimientos de la empresa y diseñarse de modo que el aprendizaje se produzca de modo plenamente satisfactorio. Y para los segundos, porque guardan dudas razonables sobre su capacidad para seguir una instrucción en la red, de la eficacia de un proceso formativo on-line e incluso mostrar cierta tecnofobia y resistencia al cambio. La clave para salvar estas barreras está en contar con un diseño de contenidos que asegure el proceso de enseñanza-aprendizaje y que, además, procure a los usuarios una experiencia gratificante que les anime a repetir