La entrada en escena de Rusia como un posible socio estratégico de Occidente es quizá la consecuencia más asombrosa, positiva y prometedora del bárbaro ataque contra el World Trade Center. La perspectiva de una cooperación prolongada entre la potencia marítima angloamericana y la potencia terrestre rusa, a caballo en la encrucijada eurasiática, aporta la visión de un orden internacional basado en una realidad que excede en gran medida el libre comercio, la política más flexible sobre inmigración y la difusión sin trabas de las películas de Hollywood. Anthony T. Salvia perfila en este ensayo de qué modo las nuevas líneas de fuerza van a acabar de trastornar el viejo orden mundial.