Parece fácil saber qué constituye a la educación de personas adultas como un campo limitado de estudio dentro de la educación. La respuesta está en la diferenciación de las personas adultas como aprendices y en un conjunto de prácticas educativas organizadas para tal fin. Sin embargo, remontándonos a los orígenes de su interés científico nos encontramos con importantes dificultades relacionadas con su objeto de estudio y sus procesos de institucionalización, que en muchas ocasiones han venido a limitar, en lugar de estimular, la investigación y la práctica de esta realidad educativa.