Existen distintas interpretaciones sobre la relación entre el capital social y las instituciones. En algunos casos, los argumentos defienden que las instituciones crean el capital social; en otros, que el capital social hace que las instituciones funcionen mejor. Esta contradicción puede ser un problema de imposible solución, en el sentido de no identificar con seguridad dónde se sitúa el impulso inicial. Frente a tal planteamiento, este artículo defiende una perspectiva distinta, precisando una serie de distinciones clave. Primero, que la capacidad de crear capital social varía según el tipo de institución; segundo, que los efectos del capital social y el propio capital social son dos cosas distintas, y, en tercer lugar, que la confianza interpersonal puede surgir por vías diferentes al capital social. Estas distinciones facilitan la utilización del concepto de capital social, aunque sólo para un conjunto más limitado de fenómenos de lo que se ha propuesto frecuentemente. Así, estos fenómenos pueden ser analizados en el marco de las teorías sobre las instituciones, la acción colectiva y las redes sociales, evitando su uso como rótulo de una «caja negra» para todo aquello que no somos capaces de explicar.