La internacionalización de la actividad bancaria ha sido un proceso progresivo que arranca en las primeras etapas de apertura de los mercados financieros, tras la crisis del petróleo de 1973 y 1979, y que se ha visto fuertemente potenciado por la irrupción y generalización de las tecnologías de la información, y la creciente interconexión de los mercados. A ello han contribuido igualmente factores como la positiva transformación del marco político y económico de buena parte de los llamados países emergentes y los avances en la liberalización de los intercambios comerciales. El sector bancario no sólo ha participado en este proceso globalizador, sino que generalmente ha sido uno de los protagonistas del mismo, viéndose obligado a adaptarse a las nuevas condiciones legislativas, tecnológicas y de competencia de los mercados internacionales.