Tras una sólida carrera como consultor y alto ejecutivo en varias multinacionales con sede en Brasil, Carlos dos Santos es contratado para hacerse cargo de Almeida Textil, una empresa de propiedad familiar. La misión de Carlos, el primer CEO de la compañía en no pertenecer a la familia, es preparar la empresa para los fuertes vientos competitivos y lograr su exitosa apertura al mercado bursátil.
A Carlos se le presenta una oportunidad que parece única. Una multinacional quiere tercerizar gran parte de su producción y se lo ofrece primero a Carlos (quien había trabajado con la multinacional en sus años de consultor). Parte del trato es que Almeida Textil adquiera una fábrica de US$ 50 millones, equivalente a la mitad de sus ingresos anuales. La propuesta parece muy atractiva y, tras revisar los números una y otra vez, Carlos concluye que se trata de un negocio de bajo riesgo financiero, pero con la enorme potencialidad de catapultar la producción de Almeida Textil.
Carlos prepara los documentos legales para cerrar el trato. Pero cuando presenta el proyecto al consejo de administración y pide la firma para iniciar el negocio, sucede algo inesperado. Los hermanos Almeida están furiosos. ¿¿Usted ha construido alguna vez un negocio desde cero?¿, le incrimina João Almeida. ¿Una cosa es manejar negocios con el dinero de otros, otra con su propio capital¿. La situación se vuelve tan tensa que Carlos incluso teme por su empleo. Ahora, ¿qué debe hacer Carlos? ¿Insistir en el negocio o reconocer que se precipitó? Comentan este caso fi cticio Gonzalo Jiménez, director del Centro de Empresas Familiares Albert von Appen de la Universidad Adolfo Ibáñez, en Chile; Herbert Steinberg, presidente de la consultora Mesa Corporate Governance en Brasil; Marcelo Mariaca presidente de Mariaca & Associates en Brasil, y Elías Revah, ejecutivo de Cemex que se desempeñó con anterioridad en una empresa textil familiar en México.