Defensor acérrimo del valor estratégico de la formación, sobre todo de aquellas acciones que promueven cambios e impactos duraderos, el autor propone una metodología vivencial para trabajar sobre el primer eslabón en la cadena del cambio: el directivo. Este modelo parte del reconocimiento explícito del valor ejemplarizante de la dirección a la hora de crear cultura de empresa, por lo que considera fundamental realizar el análisis actual del estilo de dirección para identificar necesidades de desarrollo y proponer planes de mejora. Los modelos de gestión más al uso, tales como las competencias, simplemente "formalizan" el proceso. En definitiva, se trata de crear un estilo, a lo que contribuyen los directivos, tanto desde sus decisiones estratégicas como desde sus modelos de gestión.