El 30 de julio, el presidente Bush firmó la Ley Sarbanes-Oxley de responsabilidad corporativa. La ley, que responde a escándalos financieros recientes, ajustó los controles federales a las firmas de contabilidad e impuso duras penas nuevas a las estafas. ¿La era de los bajos estándares y falsas utilidades terminó ¿, proclamó el Presidente.
Como si fuera tan fácil.
Los autores no creen que la corrupción sea la causa principal de las malas auditorías. Más bien, sostienen, el problema es un sesgo inconsciente. Sin saberlo, todos tendemos a descontar los hechos que contradicen las conclusiones a las que queremos llegar, y abrazamos sin crítica la evidencia que apoya nuestras conclusiones.
Los contadores pueden parecer inmunes a tales distorsiones,porque trabajan con números aparentemente duros y estándares claros.Pero las auditorías de las corporaciones son un terreno particularmente fértil para esos sesgos que refuerzan los propios deseos.Debido a que la naturaleza de la contabilidad es a menudo subjetiva,y las estrechas relaciones entre las firmas de contabilidad y sus clientes corporativos, aun los auditores más honestos y meticulosos pueden ¿sin intención-- masajear las cifras de manera que enmascaren el verdadero estado financiero de una empresa, y engañar así a los inversionistas,reguladores e incluso a la gerencia.
La solución de este problema requerirá una acción mucho más agresiva que la que el gobierno de Estados Unidos ha tomado hasta la fecha.Lo que se necesita son prácticas y regulaciones que reconozcan la existencia del sesgo y moderen sus efectos.La verdadera independencia del auditor requerirá cambios fundamentales en la forma como las firmas de contabilidad operan, incluyendo deshacerse de sus servicios de consultoría y tributarios,la rotación de firmas de auditoría,y la existencia de contratos a plazo fijo que prohíban a las empresas clientes despedir a sus auditores.Aún nivel menos tangible,los auditores deben recono cer el impacto que tienen los sesgos interesados en sus juicios.