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Paul Hemp
El monopolio postal alemán, Deutsche Post World Net, enfrentó desafíos significativos cuando comenzó el proceso de integración de tres negocios: Deutsche Post Euro Express, su servicio terrestre de entrega de paquetes, y dos empresas que había adquirido; DHL, el servicio mundial de mensajería; y Danzas, una empresa mundial de carga marítima y aérea. Las solas diferencias culturales ya eran impresionantes. Por ejemplo, DHL era una empresa privada en la que la mayoría de sus ejecutivos tenía experiencia internacional; Deutsche Post era, hasta hace poco, un monopolio estatal en el que pocos ejecutivos habían trabajado fuera de su país.
Entremos en la Eurocopa. Durante 20 años, los empleados de DHL han participado en un campeonato de fútbol para fortalecer la cultura interna entre países. El del año anterior se canceló debido a problemas presupuestarios, pero fue revivido en 2003, en parte para ayudar en la integración post-fusión.
Pero ¿ayudaba en algo realmente? El editor senior de HBR, Paul Hemp, asistió al evento en la pequeña ciudad belga de Lommel, encontrándose ahí con casi 2.500 empleados de DHL, de los cuales 600 eran jugadores y el resto, porristas e hinchas. Plantea aquí un número de preguntas relativas a cualquier empresa que lleva a cabo un evento fuera de las oficinas destinado a estimular el trabajo en equipo y elevar el estado de ánimo.
¿Cómo logra una empresa determinar hasta dónde vale la pena la inversión en un evento a gran escala, incluso cuando genera buena voluntad? ¿Se extiende hasta los que se han quedado en casa y que no asistieron al esfuerzo de construir equipos? ¿Puede la intensa competencia entre los equipos oscurecer el espíritu de cooperación que tal evento está destinado a producir? En breve, ¿puede un campeonato de fútbol ayudar a la empresa a lograr su meta corporativa de crear una fuerte cultura común?
